domingo, 13 de septiembre de 2020

LA MAYORÍA DE EDAD de GAIA

Me preguntaba qué significa el cumplir la mayoría de edad. Siempre me lo pregunté. Va más allá de un simple cumplir dieciocho. O el simple derecho de poder ir a votar a unos o a otros. 

O hacer o no hacer determinadas cosas.

Tal como veo la sociedad hoy en día, el tener la mayoría de edad reside tan sólo en una cosa.

Uno debe tener algo. Es decir, se trata al igual que en “La Historia Interminable” de Michael Ende, de que se debe tener, al menos un grano de arena.

Una vez que se tiene ese grano de arena, se debe extender a los demás.



Supongo que es la historia de la familia humana. Lo que decía mi padre, y que seguramente también dijo el suyo:

- “No tengo nada”.

Es cierto que mi abuelo no tenía nada. Es decir, se veía. Ni de lejos era capaz de hacer nada por nadie. Mi padre lo intentó.

No es que sea nada novedoso que una historia se acabe. 
Hay una línea divisoria.

Tan solo se trata de que todos estamos en lo mismo.

ES EL PUDOR

No estoy seguro de que yo tenga algo o no lo tenga. Es volver a empezar. Es decir, se trata de que del modo que sea. Hay que hacer algo. Algo válido. 

No estoy seguro de que yo sea el más indicado. Para hacer nada. Es decir, se trata de que tengo la etiqueta.

Tengo la etiqueta de que yo no valgo. La etiqueta de que soy discapacitado. 


¿QUÉ ES LA MAYORÍA DE EDAD ENTONCES?

Si debemos continuar en lo que sea que se haga en el mundo, uno debe ir y trasladar el yo al otro. Uno debe encontrarse con el otro.

Es el pudor. El pudor no es el mostrarse desnudo. El desnudo da cierta vergüenza o pudor en ciertas culturas y otras no.

El pudor no tiene que ver con el estar desnudo en el sentido físico o estético de la palabra. 

Se trata de verse. El pudor se trata de verse.

Es decir. Se ve al otro y se ve lo que se tiene.
Todos vemos lo que tienen los demás.

Eso es el verse “desnudo” y sentir pudor más allá de lo que sea un aspecto físico.


Tengo algo. De algún modo, de lo que va es de que sí que tengo algo. Me parece que mi padre también debía tener algo. 

Debe tener algo.

A estas alturas de la historia, la mayoría de edad trata de que no basta con eso. Se trata de que hay que llevar a otros lo que se tiene.

Se trata de que que por naturaleza no estamos divididos. 


Ya se utilicen términos como “fusión” (Vishen Lakhiani). 

O otros como “reconectar” (Víctor Brossah, Carlos Delfino y Florencia Uribe). 

De lo que se trata ante todo es, de que en palabras de un compañero de trabajo: 

“Todos comemos de la misma sopa”.

Me parece que la mayoría de edad reconoce que todos estamos aquí.

Comemos de la misma sopa.

Desde luego, se trata de que todos debemos tener un grano de arena de nuestro País de Fantasia.

Un grano de arena. Es todo lo que ha quedado del País de Fantasia. Te lo doy ¡Tómalo! 

Ahora es tuyo.

Es de lo que se trata cumplir la mayoría de edad por lo que yo comprendo.

Es dar lo que uno tiene, porque lo tiene. Uno mismo debe tener algo. Un grano de arena que nadie puede quitarle.


Y una vez que se tiene, naturalmente se comparte.

Así es la naturaleza humana.


El caso es que hasta hace poco, si no nos gustaba ir por la calle, un recurso muy recurrido era mirar la pantalla del móvil.

Pero ni eso.

La situación es esa. La tecnología nos conecta.

No se trata de que nos veamos desnudos...

¡Es que nos lo vemos todo!

No se trata de nada físico. Es saber que hagas lo que hagas, se te va a ver.

Habrá mucha gente que tal vez teme, que se sepa que tiene más que los demás. Tal vez tenga más de lo que pueda gastar el resto de su vida.

En ese sentido, es normal tener miedo...

También da pudor el que te vean los vecinos, y que sepan que no tienes nada.

Se ve. Y todos vemos lo que tienen los demás. Tampoco es que pase nada por vernos todo.

Da pudor, sí. Como personas.

Y sí, como sociedad. 

Ante la situación de que no podemos evitar ver. Y saber. No tener el recurso de mirar el móvil, para amparados en la tecnología

¡HUIR!

Viene el miedo.

Es normal la emoción del miedo.

Tal vez Adán al comer del fruto del Árbol, también tuvo miedo.

SE LO VEÍAN TODO.

¡PUDOR!

Hojas de parra aparte, ahora estamos igual que Adán y Eva, uno ante el otro.

Sabemos ¿Cómo podríamos no saber? Se ve.

Nos han dado duro. Puede que nos sigan sacudiendo. Pese a todo lo que sucede, podemos decir lo que queramos... y vemos si cambian o no las cosas.

“Cambien o no cambien las cosas, seguimos sabiendo”.

El Árbol del Conocimiento...

No podemos huir del conocimiento. No importa a qué lugar apartemos la mirada.

Adán entró en un profundo sueño.

Nadie dijo que despertara ¿Quién nos puede decir si no vivimos todavía en el Paraíso? Tal vez lo estamos. Dormidos todavía.

Si nos vemos en sueños ¿Hay alguna opción de despertar?

Es decir ¿Alguien puede verse a sí mismo en sueños? Claro que sí, supongo. Pero eso ¿Hace que uno desee despertar?

Por verse a uno mismo en sueños, no significa que se vaya a despertar del sueño. Pero lo que nos dejó en un estado de sueño fue probablemente el no poder soportar el peso del conocimiento.

Una vez en sueños, saber. Y saber que se sabe. No poder evitar saber.

Conocer. También saber que se conoce al otro.

La autoconsciencia.  La propuesta de mantener la distancia social es una buena medida preventiva.

Es la única medida posible. Mientras nos hacemos a la idea.

Es lo único que podemos hacer, mientras tengamos miedo de lo que sabemos.

“CONOCERNOS”

¿Es suficiente motivo saber quiénes somos, para despertar?

Ya no basta. Distraernos, mirar la pantalla del móvil.

Sabemos demasiado.