domingo, 28 de abril de 2019

MISMO JUEGO. MISMAS REGLAS.



En este momento me parece que este razonamiento
es sumamente esclarecedor y coherente.

Punto por punto comenta que con el discurso actual lo que sucede es que se continúa con la misma situación, o peor.

Igualdad.



Mi opinión:


Es personal y no la tengo elaborada, y acepto que me puedo equivocar.

Hombres y mujeres abordamos nuestro entorno desde perspectivas distintas.

Menos mal que es así.

La vida en este planeta es vida, y continúa, gracias a que la mayor parte de seres que vivimos en esta tierra compartimos una información genética... 

Y casualmente la mayoría de los seres vivos asumen un planteamiento sexual a la hora de adaptarse al medio y mantener un ecosistema.

Hay especies que no tienen sexo, o género. Pero de algún modo resulta que en realidad todo lo que nos rodea, la misma energía que nos da la vida, posee una naturaleza que se polariza.

A nivel de vida, perpetuación de la vida y mantenimiento de un ecosistema, ésta es la opción que mejor funciona.

El problema viene cuando pensamos que tenemos un neocórtex que nos hace superiores y racionales.

Que es mucho pensar. Porque nos cargamos nuestro entorno, con productos y desechos. Fabricados, con la idea de que son mejores... 

Pero resulta que la cagamos en nuestra relación con respecto al planeta Tierra.

También resulta que a nivel de especie, cuando lo pensamos, nos jodemos unos a otros. Y no nos dejamos vivir.

Todo esto de la igualdad de género ¿No es pensar mucho?

¿No sería más que suficiente pensar que somos hombres y mujeres? 
Hay que decir que dentro de estas dos categorías hay una más que sobrada variedad en cuanto a grados de presencia y sentimiento.

Para gustos, colores. Pero que haya diversidad o igualdad, por ley es una cuestión que puede cuestionarse por ser tan redundante.

Yo no creo que sea tan cierta la teoría de Darwin sobre la evolución de las especies. La (teoría) de la selección natural.

Las especies que sobreviven, son las que cooperan y protegen a sus miembros más débiles. Pero en cuanto a igualdad de género... creo que, joder, nos pasamos la vida pensando.



¿A alguien le apetece tomarse un café conmigo?

La idea que se plantea en el video me parece muy coherente:

MISMO JUEGO.
MISMAS REGLAS.







miércoles, 24 de abril de 2019

partida


En mi desarrollo como persona, he convivido con, se me ocurre el llamarlo “un cuerpo de dolor”. Usando las palabras de Eckhart Tolle. Tal vez el significado que le doy es distinto.
Es cierto que convivimos con partes de nosotros, que disociamos, para a cambio, poder vivir con ellas, sin que nos destruyan. Y están ahí, pero como si no estuviesen.
Provengo de una familia que como todas, tiene un grado  disfuncional. Las familias están formadas mayoritariamente por seres humanos. Las personas funcionamos bien para algunas cosas y para otras no.
El día de mañana, tal vez ya sea una realidad, tal vez haya otro tipo de inteligencia. Ni mejor ni peor. Tal vez más funcional o operativa. Pero hoy por hoy, las personas tenemos que, sí o sí, empezar a gestionar nuestras emociones.
Tal vez el gran hermano nos diga lo que debemos hacer. O tal vez el gran hermano no nos permita hacer determinadas cosas. 
El cambio de paradigma está en que somos nosotros, cada uno de nosotros, los que debemos gestionar de algún modo nuestro espacio interno.
Vamos a vivir en una realidad que va a aumentar nuestros sentidos. Ya hay una realidad aumentada. De un modo o de otro, debemos entender que para gestionar un flujo de información, el funcionamiento de nuestro cerebro debe cambiar.
Hay departamentos en nuestra mente con distintos niveles de conciencia. Tal vez la tecnología que se genere a partir de ahora, haga que tengamos que vivir de cara a la galería. Tenemos que ser capaces de vivir así.
Autogestionar nuestros recursos para de algún modo vivir desde la autenticidad, y que esa autenticidad nos haga capaces de decir, yo soy así y así me expreso.
Algo a lo que recurro a veces es a recordar los cuatro acuerdos del Dr. Miguel Ruiz. Su libro “los cuatro acuerdos”.
Acepta la vida. Juega el rol que te ha tocado vivir en la vida. Creo que la aceptación es muy importante. Puedes ser feliz.
Cuando eres tu mismo, puedes dedicarte a ampliar tu conciencia.
Percibir más o mejor tu espacio interno. No cambia nada realmente. Debes tener la conciencia de que todo lo que sucede, ya de por sí es perfecto.
El gran hermano te dará pan y circo.
Ahora estoy hablando de un cierto nivel que no es el cotidiano.
Es decir, a nivel cotidiano, si sucede cualquier cosa buena o mala, juzgamos esa cosa o suceso, como bueno o malo.
Pero es necesario que abramos un espacio en nuestro interior. 
Un lugar donde poder saber quienes somos.
Con todo y pese a todo, debemos tener un espacio donde podamos saber que suceda lo que suceda, estamos a salvo.
Porque somos unidad. A un nivel espiritual si se le quiere llamar así. O si se quiere abordar esto que cuento, desde un nivel de la ciencia más adelantada. Tal vez la física cuántica.
No es descabellado decir que lo que percibimos es una interpretación de lo que somos.
¿Y qué somos? Yo no lo sé muy bien. Tal vez tan solo somos interpretes de una información.

A nivel de interprete de lo que me rodea, tal vez esté de acuerdo con lo que me sucede o tal vez deba tratar de cambiarlo. De eso ya se tendrá que hablar y ponerse de acuerdo. Habrá que legislar comportamientos y ámbitos de acción. 
La ética es importante en base a regular la relación con otros.
Sean quienes sean estos otros. Hombres, mujeres, niños, animales. Una piedra. Una máquina.
Si nos adentramos en territorio en el que la percepción nos es expandida, caeremos inevitablemente en un vacío existencial.
Y aquí, hay que disociar. Hay que ser responsable de uno mismo.
Y ser responsable de uno mismo, conlleva el que sea del modo que sea tienes que conservar la coherencia.
Pese a que el inconsciente sea bombardeado por numerosos estímulos que vayan encaminados a que te conformes. O a que compres determinado champú. O a que votes a un dirigente.
Si eres responsable de ti mismo, es posible que llegues a un estado en el que no debas rendir cuentas a nadie.
Porque no importa la realidad en la que estés.
Sabes que estás. Más allá de una apariencia sujeta a interpretación, eres consciente de que al menos en cierto nivel, esa piedra que está frente a ti, tiene una información en sí misma.
Y que es tan valida como la que portas tu.
Tal vez con pequeños cambios en la disposición de nuestro entorno, podamos enviar a nuestro inconsciente información para que gestiones los cambios. 
Hay símbolos continuamente que interactúan por debajo de nuestra consciencia.
Un semáforo en rojo, hay veces que puede ser pasado por alto. Pero ya de por sí el color rojo, suscita ciertas emociones.
Son símbolos. Y los símbolos generan unas emociones porque contienen una información.
Lo que quiero transmitir es que hay que saber que a un nivel que “existe”, que es real y que se puede percibir. O tal vez tan solo sentir.
Desde la certeza.
Desde la certeza de que has llegado al límite.
Pero pese a todo, sigues vivo.
Y no has gritado.
Podemos tener la certeza de que toda existencia es sagrada en sí misma.
En el universo no se trata de que la física cuántica haya hecho que la física de Newton sea desplazada. A la física de Newton no la desplaza nadie.
La existencia es una maquinaria perfecta de creación y funcionamiento.
La física cuántica tan solo dice que existe un observador.
Desde ahí tan solo llegamos a un lugar posible. Podemos relativizar nuestro lugar en el mundo. Que nuestro lugar en este universo, en esta realidad, tenga sentido. Tan solo depende de saber y realizar el nivel de conciencia. 
Conectar con la perfección de la realidad que ya es.
No podemos hacer más que conectar con lo que ya es, y que ya está ahí.
Es una posibilidad. Es tal vez algo que ahora no está realizado. Pero que existe. Por muy difícil que sea todo, suceda lo que suceda, hay que saber que la existencia es perfecta en sí misma.
La existencia es experiencia. Y es experiencia todo lo que se precisa para vivir.
La vida no tiene porqué tener sentido. Hay que vivirla.
Pero hay que desarrollar esa conciencia de unidad, desde la que percibimos que todo lo que percibimos como sufrimiento, proviene de una desconexión de un sentido de unidad.
Y de que cada ser. Cada ser, del tipo que sea. Desde la descripción o lenguaje desde el que se proyecte. Física cuántica, relativista, de física de Newton. Desde una visualización o a nivel mental, emocional... Todo lo que se cree, y todo lo que se crea.
Todo tiene un determinismo total.
Ese determinismo es tan duro y tan férreo que tan solo nos puede abocar a una sola realización.
Justamente a la libertad.
La intuición de que una parte imperfecta del todo, forma parte de un todo perfecto.
Más allá de todo.



martes, 23 de abril de 2019

solamente hasta allí

un poco más... abuela


Estoy durmiendo la siesta. Al despertar me quedo en la cama, dormitando. En el seno de un lugar que es refugio. Un lugar antiguo e íntimo.
No suelo venir aquí a menudo. Pero siempre retorno, de vez en cuando.
De niño mis abuelos me aportaban un lugar donde podía recuperarme. Yo estaba herido. Ya vine a la existencia tocado. Deprimido. Y en mi casa, la de mis padres, era todo... bastante caótico.
En el polo opuesto, por supuesto, estaban mis verdaderos padres. Mis abuelos. Mis padres me alimentaron, y me dieron la vida. Les estoy agradecido. Pero ¡eran muy caóticos! ¡Y yo estaba herido!
Necesitaba un refugio, y ese me lo proporcionaron mis abuelos.
En cierto sentido mis abuelos fueron más padres que mis padres.
Ni que decir tiene que ambos ambientes eran por completo distintos.
En casa todo era movimiento y estímulo. No se sabía nunca nada de seguro. Y sobrevivía. Nadie sabía que en mi interior habitaba eso que estaba enfermo.
“El oscuro pasajero”. Como el psicópata que dio inspiración a la serie “Dexter”.
Pero era un psicópata bueno. Había sucedido. Tan solo había sucedido. No es que nadie tuviese la culpa. Yo tenía la culpa si acaso. Pero yo era un niño pequeño.
Nunca me planteé...
Ya cuando me quise dar cuenta la enfermedad se había adueñado de mi vida.
Y para entonces, ya era tarde. Creo que hubiese sido tarde de todos modos. Es la vida. Las cosas suceden con precisión matemática.
Y el tapiz se teje con los colores de los que disponemos. Que suelen ser a menudo, pardos y térreos. 
Si acaso la sangre surge. Y a temprana edad, justo cuando toca, brota. Con el dolor justo y preciso como para que todo vaya situándose, creando el escenario, que recrea, eso que tenemos que vivir y absorber, para disolverlo en lo disoluto.
Para llegar de nuevo a crear. Si es que no quedamos atrapados en la magia del tiempo y los espacios.
Pues de espacios se considera que hablo.
Espacios en los que hallaba refugio. Refugios.
Si mis padres proporcionaban el estímulo que me permitía vivir, sin quedarme abandonado en un rincón. Forzado a seguir, a continuar, paso a paso, respiración a respiración, hálito a hálito.
Sin descanso. Para ir tantos años después, más allá de mí mismo.
Mis abuelos me dieron el espacio de lo sagrado.
El olor de lo lo antiguo y caduco. Pero con una razón de ser. Y con un olor, un olor que solamente pueden percibir los nietos. Que pese a que sabía a rancio, tal vez demasiado antiguo, era seguro.
Era el techo que cobijaba. Una tranquilidad, y un pensar de que llegado algún momento de la vida, tendría un lugar que podría llamar mío.
Pese a lo caótico de todo lo que giraba, ¡sin control!
Es cierto que llevaba una doble vida. Pero de qué otro modo ¡sobrevivir!
Era un modo como otro cualquiera. Lo que me sorprende es que no lo supiera nadie. Puedo pensar que las personas no pensamos demasiado.
Nos miramos a nosotros mismos. Y nos extraña que los demás tengan sus problemas, y no los nuestros.
Yo tenía un problema. El egoísmo. Yo creo que no era tanto un problema mío, como una coyuntura.
No tengo claro que yo exista, más allá de estas palabras que escribo. Pero ¿quién soy yo para saber tal cosa? Quizá alguien debiera certificar que yo estoy aquí.
Que existo. Y que soy visto. Pese a que nunca nadie supo que portaba ese “oscuro pasajero”.
Habitaciones de ventana cerrada, a lo oscuro y seguro.
Una seguridad de antiguo y caduco. Seguridad enfrentada al caos creativo que no te concede, nada. Más bien, en casa de mis padres se me ignoraba y se nos arrancaba; nos arrancábamos unos a otros los méritos.
Todo para poder tener un poco de alimento que nos permitiese vivir, a duras penas.
Tal vez yo estuviese herido. Puedo pensar que tal vez, me pasase algo.
Tal vez la herida.
Sojuzgo que algo de eso había. Herida. Me arrastraba por la vida.
Y solamente hallaba solaz en los rincones. Donde por suerte o por desgracia. Nadie me buscaba. Ni nadie me encontraba.
Y en esos espacios, húmedos y térreos, me tenía que consolar y lamer mis heridas.
Como mi perra, Linda. Me dejó. Con la promesa de que un día la encontraría.
Tal vez no aquí. Allá. Es decir, en otro lugar que no era éste.
Y a ese lugar voy. Se trata de eso. De que una y otra vez vengo y regreso a este espacio, del que no salgo. Tan solo puedo hacer que vivir aquí.
Donde me han dicho Mis Padres, que me quede. Y yo sumiso y obediente. Espero.
En medio del sustrato negro, de plantas y de rocío. Brotan lágrimas que no son lloradas. Son sentidas como una rama que se quiebra.
Yo me quebré. Y no quedaba nada. Ningún lugar a donde ir.
Pero recordé a mis abuelos. Y el dormitorio con su techo. Y ahora dormito aquí. Y no salgo, sino que dormito.
Y no puedo sino regresar una y otra vez a este espacio. Del que no puedo salir. Salvo para dar vueltas sobre mí mismo.
Húmedo, mojado. Con las sábanas mojadas de vergüenza. Cambiadas por el deber de una madre que con asco, cambia cada mañana el rastro de mi miedo.
Pero no me dice nada. Yo no existo. No me dice ni que está bien ni que está mal.
Nunca me dicen nada.
Y el oscuro pasajero crece. Cada día lo veo en mi interior.
Es un mago. Nadie lo ve. Los ninja, esperan a que surja, para avalanzarse. Es un juego. Un juego que me permite llegar a la siguiente esquina.
Para así poder jugar a que consigo llegar a la siguiente esquina. Y tan solo un poco más, hasta que caigo en la cama. Medio minuto. Antes de que me fuercen a regresar a la vida. 
Hay que salir a comer.
La pesadilla continúa.
Y yo solamente tengo no más que breves espacios, donde reina la humedad. Y una magia húmeda y arcana. 
Que sé que es mala.
Pero que me permite continuar. Un poco más. Tan solo un poco más.
Sin morir.