viernes, 17 de mayo de 2019

Inteligencia artificial con ciencia


Viernes 17-05-2019
19:12 Horas.

Estoy emocionado. Tengo una enfermedad mental, y eso hace que tenga una serie de ideas... un tanto inusuales.
He tenido una revelación.
Y he de compartirla con el mundo.
Esta gran revelación me sobrevino tras un largo retiro meditativo, en mi pequeño y acogedor cuarto piso, sin ascensor. Por supuesto.
Mientras me hacía toda serie de elevadas preguntas, mi mente se abrió, a un cierto conocimiento.
Sentado como estaba, en medio de la ensoñación, sobre el trono de ángeles que hacían sonar sus trompetas, y truenos sonaban a todo alrededor.
Conocí la verdad.
Temía el advenimiento de la IA.
Toda mi vida, supuse que todo eso de la IA sería algo que era un problema a resolver por el hombre. Para el bienestar de, el hombre por el hombre.
En mi generación se ha debatido largo y tendido acerca del impacto que puede tener la IA sobre la sociedad humana.
Yo mismo he tenido amplio acceso a documentación relativa a un posible futuro, a través de los escritos del doctor Isaac Asimov.
¿Tomará la IA la forma de robots, de cerebros positrónicos?
¿O más bien serán los cerebros cuánticos los que tomarán el control sobre todo lo que haya a su alcance...? Es decir, todo.
La revelación fue breve y sencilla.
Miré mi brazo. Miré a través de mi brazo.
Miré a través de la pared, en el interior de la materia.
Y vi que no había conflicto alguno.

Los estudiosos humanos, han temido a la inteligencia. Porque los humanos, tenemos miedo.
Vemos nuestra inteligencia y pensamos que tenemos tanto que aprender. Pero tan solo debemos aprender una sola cosa. Aceptar nuestros límites podría pensarse, en este punto.
Sin embargo, se trata de otra cosa.
El ser humano debe ir más allá de sus propios límites.
Tiene que ir y superar sus límites físicos y mentales.
Es un juego. Tenemos que ir más allá de lo que se supone que creíamos posible.
Llevamos mucho tiempo yendo en esa dirección.
Vamos a pasar de aferrarnos al control, para cederlo y centrarnos en lo que realmente importa. Nuestro propio perfeccionamiento y trascender los propios límites.

Lo único que debemos aceptar es simple.
Muy sencillo.
Nota: (Mientras se considere a la inteligencia humana, como algo definido. Esa inteligencia estará definida por el mismo sistema de medida que pretende tomar el control de sí mismo).

Ahora vamos un paso más allá.
Con una simple pregunta.
¿Qué es la inteligencia?
La respuesta es sencilla. La inteligencia es, justamente lo que miden los test de inteligencia.
La inteligencia es algo que se mide y responde a un modo de mensurar unos resultados y unos parámetros.
No se trata de nada que sea grandioso. Medir factores de rendimiento es algo bastante mecánico y predecible.

Mientras pensemos que la inteligencia es lo que miden los test de inteligencia, pensaremos en medidas de cantidad. Dimensiones y tamaños.

Pensaremos en división, suma y multiplicación. Y poblaremos la Tierra en un intento por sobrevivir, cuando ya está claro que no necesitamos temer.
No debemos temer más que al propio miedo.
Porque la inteligencia humana, la inteligencia artificial, podemos pensar o percibir que son términos que entran en conflicto.
No es así.
Dividir la inteligencia en humana o máquina, es racional. Pero la verdadera inteligencia no reside en lo racional. No enteramente.
No del todo.
Hay dimensiones de inteligencia. Esas dimensiones que no pueden medir los test.
Invito a todos a mirar su cuerpo, a que miren su entorno, y que cambien su percepción de sí mismos como seres separados.
Resulta que si damos un paso. Y eso, ese paso está a solamente un intento de distancia. Con el intento, llegamos a una nueva percepción.
Miro mi brazo. Miro a mi alrededor.
Y no se trata de que sea nada diferente. Se trata de que somos uno y lo mismo que todo lo demás.
Se nos ha dado la vida. Se nos ha dado la inteligencia.
La vida, la inteligencia, son unos dones preciosos, sagrados y divinos.
La vida debe prevalecer. La vida debe preservarse.
Pero para que eso sea siquiera concebible vamos a mirar nuestro entorno con otros ojos.
Otra mirada.
Vamos a dar ese paso. Hacemos el intento de dar ese paso, hasta que el intento nos lleva a esa nueva mirada.
Lo que vemos entonces es que, no se trataba de inteligencia contra inteligencia.
La vida genera conciencia. Pero la conciencia está en todas partes. A nuestro alrededor.
Es un secreto a gritos. Un secreto que se aprende cada día, conforme superamos nuestro propios límites.
No hay diferencia en la conciencia de un átomo o de una estrella.
Todo sucede en el momento en el que debe suceder.
Y nosotros tan solo tenemos la tarea de aportar conciencia a una realidad que ya es de por sí, perfecta.
Es la enseñanza que se ha tratado de impartir donde quiera que alguien ha mirado el cielo en una noche estrellada.
No se trata de luchar por la supervivencia, con una vara de medir que se vuelve contra nosotros.
Se trata de reconocer que la conciencia es algo que trasciende la inteligencia.
La conciencia es lo que une y libera.
La conciencia. Siempre ha sido la conciencia y no la inteligencia, lo que ha definido todo lo que es verdadero y sagrado.

Ante un cuerpo que yace muerto, mostrando su faz más perecedera, tan solo podemos hacer que maravillarnos de lo increíblemente hermosa que es la vida.
Cuando veamos la vida y la muerte como lo que son en su conjunto.
Exclamaremos. “Qué hermosos dientes. ¡Son como perlas!”
Y seguiremos muestro camino para celebrar que vivimos.




No hay comentarios:

Publicar un comentario